“La unión hace la fuerza”, enseña el refranero español; una idea que, dejando de lado batallas y revoluciones, adquiere pleno sentido en el mundo laboral. Cuando se trabaja en equipo, la coalición de ideas y capacidades hace que el resultado sea superior, reforzando la capacidad de sus miembros, reduciendo el tiempo de acción y ampliando la eficacia.
Trabajar en equipo favorece la motivación del personal y es un concepto clave para la retención del talento, puesto que fomenta el buen clima laboral y promueve el crecimiento individual y profesional. Para obtener todos estos beneficios, es imprescindible que el líder enfoque la colaboración desde la responsabilidad, sin que el compromiso se limite a la labor particular de cada uno, y ampliándose al grupo para el apoyo mutuo y el crecimiento del equipo en su totalidad. Porque el trabajo colaborativo va más allá de dividir tareas, establecer sesiones de control, replantear nuevas divisiones y que cada miembro siga con el desarrollo de su parte estanca del proyecto.
La confianza entre los miembros del equipo es uno de los pilares principales a reforzar, por lo que es prioritario que todos los participantes conozcan las habilidades de los demás, se definan y respeten los roles y puedan ayudarse mutuamente. La generosidad es clave a la hora de manejar y compartir nuestros conocimientos. Fomentar el traslado y enseñanza de ese knowhow al resto del equipo provoca la mejora en la calidad del trabajo común, reforzando el compromiso del grupo.
Para que el trabajo en equipo funcione es necesario que el líder constituya unos objetivos definidos que orienten a todas las personas a lograr la misma meta, definiendo y explicando desde un primer momento el impacto de la colaboración de cada uno de los miembros en el logro final. La información es otro concepto indispensable para el buen funcionamiento y para lograr el deseado “sentimiento de pertenencia”. Disponer de una identidad común es el factor más poderoso en estos casos, por lo que toda corporación debe definir qué une a su plantilla, fijar unos valores empresariales y motivar al grupo para que cada miembro sea consciente de su impacto en la organización. Cualquier componente quiere ser partícipe del proyecto al que dedica su vida profesional y agradece ser escuchado y que se le involucre en la toma de decisiones.
Las relaciones personales son una de las partes más complicadas de gestionar en las compañías. Un buen líder debe ocuparse de esta tarea con empatía y asertividad, favoreciendo la resolución de conflictos, además del desarrollo de canales de comunicación adecuados para que los equipos se escuchen, retroalimenten y puedan crear estrategias en conjunto. En la diversidad está la clave: la homogeneidad no atrae la innovación. Las nuevas ideas están más presentas en grupos heterogéneos y diversos en los que se consiga sumar opiniones y conceptos novedosos, huyendo de la zona de confort.
Para encontrar el equilibrio en la heterogeneidad que aporta cualquier grupo de personas, resulta vital contrarrestar diferencias y encontrar apoyos en lo que se consideran los ingredientes perfectos para sacar el mayor provecho al trabajo en equipo. Pese a tratarse de personas y no de elementos químicos, existe una fórmula que muestra una idea bastante precisa de cómo hacer funcionar el trabajo colaborativo. Unir el conocimiento de unos y las habilidades de otros hará que, con ganas y actitud apropiadas, el grupo consiga un valor inmejorable:
Valor= (conocimiento+habilidades) x Actitud
Este es uno de los rasgos más característicos de las organizaciones que alcanzan el éxito profesional y favorece, en definitiva, la motivación, el compromiso, la creatividad y la comunicación entre los integrantes de una entidad y, con ello, consecuentemente, sus resultados globales.
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